Menú

martes, 29 de julio de 2014

Relato de un Policía Indignado

Centro comercial de Bilbao, hora punta. Un vigilante acaba de detener a un joven por un robo con intimidación cometido sobre otros jóvenes. El vigilante, conforme a lo que le manda la Ley de Seguridad Privada, tras impedir el delito y asegurar al delincuente, avisa a la Policía Local.
 
Personada una patrulla, se hace cargo del detenido y solicita la identificación del vigilante para la confección de las oportunas diligencias que serán remitidas al juzgado. El vigilante le facilita su número profesional exhibiendo la Tarjeta de Identificación Profesional con el membrete del Ministerio de Interior. “Eso a mi no me vale para nada”, le suelta el policía, “muéstrame el DNI”. El vigilante le hace ver que esa es su identificación oficial y que en ella figuran todos los datos que se precisan para su correcta identificación. “O me enseñas el DNI o vienes detenido”. El vigilante cede y muestra el documento requerido por el policía que, imagino, se marchará ufano y orgulloso de haber puesto al ignorante segurata a la raya.

La nueva Ley de Seguridad Privada y La Ley de Enjuiciamiento Criminal, aplicable en todo el territorio nacional, que debería conocer todas las fuerzas de Seguridad, dice; que un ciudadano puede identificarse por cualquier medio que al agente le ofrezca fiabilidad sobre los datos de su personalidad. Además, debería saber que hace años que nadie está obligado a portar el documento nacional, solo a identificarse, siendo los agentes los que deben realizar las oportunas indagaciones de comprobación de datos. Por cierto, seguramente ese mismo policía habrá dado por bueno el número que, de palabra, le haya facilitado un bombero que acude a un incendio o un sanitario que interviene en un accidente de tráfico. Además, quizá, y de esto ha habido mucho, ha dado por válida alguna identificación con el EHNA, ese “carnet de identidad vasco” que hace algunos años sacaron los radicales para ratificar su abertzalismo. Y realmente todos ellos eran documentos suficientes, junto con el carnet del polideportivo o la identificación verbal, siempre, repito, que el agente lo estime oportuno.

Sin embargo no le sirve una identificación oficial del Ministerio de Interior de España, documento, si cabe, de mayor rango que su placa municipal de policía, expedida por el Ayuntamiento y, desde hace poco, uniformizada por el Gobierno Vasco. Repito, el policía está en la frontera de la infracción penal, que automáticamente se convertirá en un delito de detención ilegal si se lleva detenido al vigilante.

Pero hay más, ¿cabe mayor vejación, mayor falta de respeto que amenazar a un compañero, aunque tenga la desgracia de trabajar en el sector privado por la mitad de su sueldo, que amenazar con detenerle cuando ha sido él quien les ha avisado de la comisión de un delito? La indignidad es tal que, siendo yo policía, me pongo rojo de ira solo de comprobar el grado de incompetencia al que nuestro gremio puede, tristemente, llegar.
 
Luego oigo hablar estos días de la falta de formación de la seguridad privada. Hablando de esto podríamos decir que, por ejemplo, la Ley de Seguridad Privada no está presente en los programas de estudios de la academia de la policía vasca. Curioso, ¿no? Sobre todo cuando hay miles de profesionales privados con los que tarde o temprano los policías vamos a coincidir porque trabajamos en lo mismo. Una muestra más de incompetencia de alguien al que pagan por pensar en algún departamento de interior.

El pasado 20 de noviembre la Sección Quinta de la Sala Contencioso-Administrativa de la Audiencia Nacional, dictó una sentencia avalando la validez de la identificación mediante el número profesional por parte del vigilante. Es más, habla de cosas tan justas como del derecho de este a la protección de sus datos personales y dice que no es legal que el número de la TIP coincida con el del DNI porque conlleva un riesgo añadido para los trabajadores de la Seguridad Privada y que se ha de proteger la identidad de estos en sus comparecencias judiciales. Además, alude al artículo 68 del Reglamento donde bien clarito se dice la documentación que ha de portar el vigilante, entre la que no se cuenta el DNI, y, en su párrafo segundo, impone al vigilante la obligación de identificarse con su tarjeta de identidad la cual, como figura en su propio cuerpo, es válida a tales efectos y sirve para acreditar su condición siempre que la naturaleza de sus funciones lo requiera.

Más claro no puede estar. Solo hace falta que se den las instrucciones pertinentes a los cuerpos policiales que aún siguen con esta práctica arbitraria y denigrante con quienes debieran ser considerados compañeros y, si cabe, tratárseles con más cariño por las circunstancias laborales en que desempeñan su oficio. Ah, otra cosa, desde el 2011 una orden del Ministerio de Interior también obliga a la policía a dispensar un trato “preferente y deferente” al personal de seguridad, apuesto a que tampoco se conoce.

A partir de aquí, recomiendo varias cosas: primero, la lectura del texto íntegro de la sentencia; segundo, dar un tirón de orejas a sindicatos de seguridad privada y pública así como a organizaciones profesionales por pasar del tema y tercero, que si es usted, amado lector, ministro, delegado o subdelegado del gobierno, consejero de interior, alcalde, concejal de seguridad ciudadana o mando policial, espabile, y ponga orden en el asunto, que para eso cobra. Además, pongo deberes a los vigilantes: que compartan este post hasta la saciedad a ver si llega a donde tiene que llegar y entre todos ponemos un poco de cordura en la situación. Si les parece bien, claro.
 
 

sábado, 26 de julio de 2014

Agentes, enfermeros y operarios de Limasa, entre los 800 imputados por títulos falsos

La Policía Nacional cierra en Málaga la mayor macro operación en la historia judicial en España contra una trama de compraventa de diplomas
 
La bautizaron como a la antigua usanza, consultando el santoral. Le pusieron Eladio. No tiene un nombre mediático como Malaya, los ERE o Gürtel, pero se ha convertido en la mayor macro operación de la historia judicial en España. Seis años después de aquel 25 de febrero, la Policía Nacional da por cerrado el caso con 809 imputados –de los cuales 632 fueron detenidos– a los que se acusa de comprar títulos académicos falsos.
 
La ‘operación Eladio’ ha alcanzado tanto a la administración como al sector privado. En la nómina de procesados hay 25 policías locales –dos de ellos subinspectores– que trabajaban en distintos municipios de Málaga, aunque también se ha detectado algún caso en Córdoba y Sevilla, 14 policías nacionales y seis guardias civiles, entre los que se encuentra un capitán. No obstante, el grueso de los encartados se concentra en el gremio de la seguridad privada, con 134 acusados. Hay desde vigilantes a directores de empresas, pasado por un exjefe de seguridad de la Diputación.
 
Entre los imputados figuran cinco bomberos, uno de ellos jefe de brigada; seis empleados de Correos; 13 sanitarios (un odontólogo, tres enfermeros y cinco auxiliares de clínica, además de cuatro celadores); dos directores de bancos; dos inspectores de la ITV; varios militares; un abogado; un empleado de un registro de la propiedad; el segundo entrenador de un equipo de fútbol de segunda división; un escultor y hasta un profesor de autoescuela. Incluso una decena de operarios de Limasa que, según la investigación, habrían comprado títulos para cobrar un plus de formación en el sueldo.
 
Para evitar una macrocausa judicial de dimensiones ingobernables, el magistrado que inició ‘Eladio’ –el caso lo dirige el Juzgado número 4 de la capital– decidió instruir un procedimiento individual para cada uno de los acusados. La jefa del Grupo II de Fraudes de la Comisaría Provincial de Málaga y el agente más veterano en la investigación, que atesoran en su cabeza todo el recorrido del caso, aseguran que la mayoría han sido condenados, sobre todo aquellos que han hecho uso de un título falso para conseguir el puesto de trabajo, ya que hubo algunos que lo compraron sólo por presumir o por engordar el currículum. Para los funcionarios policiales que se presentaron a las oposiciones con un certificado académico, la imputación ha supuesto, además, la expulsión del cuerpo, según explicaron.
 
Eladio’ nació de un rumor. En un gimnasio de la capital frecuentado por aspirantes a opositores empezó a hablarse de que había otra forma de sacarse el bachiller o la secundaria sin pisar un aula, y el comentario llegó a oídos de los agentes del Grupo II de Fraudes. Sus investigaciones condujeron hasta M. C. F., un exprofesor de instituto que entonces, en 2008, tenía 60 años y regentaba una academia de formación en la capital.
Los agentes sospechaban que era la tapadera perfecta para captar clientes más deseosos de un diploma que de conocimientos. Los primeros alumnos manifestaron sentirse engañados, ya que, según declararon a la policía, M. C. F. les había dicho que trabajaba en el edificio negro de la Junta y que él mismo podía examinarlos –con un simple modelo tipo test– para obtener la titulación. Lo que no sabían, prometieron, es que eran falsas.
 
Los policías del Grupo II consideran que, al percatarse de los pingües beneficios del negocio, se dedicó directamente a falsificarlos por encargo. Según las pesquisas, se calculan que pudo conseguir 1,5 millones de euros en seis años. Cuando amasaron las pruebas suficientes, detuvieron al profesor –llegó a pasar una temporada en prisión provisional– y registraron su domicilio, donde encontraron un auténtico tesoro para la investigación. En su piso conservaba, perfectamente ordenados en archivadores, todos los expedientes en los que había trabajado. Tenía fotocopias de los DNI de sus clientes con anotaciones de cantidades que permitieron reconstruir su contabilidad. Sólo había que descifrar las palabras clave.
M. C. F. habría ideado un código secreto para anotar los encargos de sus clientes. Según la investigación, vendía la «ristra de chorizos» –los títulos universitarios– a 2.500 euros, las «galletas Fontaneda» –diplomas de COU, FP o Bachiller– desde 600 a 1.500; la «caja de leche Puleva» –Educación Secundaria– a 1.200; y el «queso García Baquero» –Graduado Escolar y Primaria– también a 1.200. Por su ‘supermercado’ habría pasado un millar de personas, de las que se ha conseguido localizar a 809.
 
Fotocopias en color
 
También averiguaron la técnica que empleaba para conseguir una «más que aceptable» calidad en sus falsificaciones. Supuestamente, utilizaba un ordenador y una máquina de escribir para trabajar sobre las plantillas que tenía de cada uno de los diplomas. Una vez alterados los datos con el nombre y la fecha del solicitante, los retocaba con ‘tipex’ y hacía una fotocopia a color que imprimía en papel de cartulina para imitar a los oficiales. Al parecer, algunos de los sellos oficiales que empleaba eran sustraídos y otros, conseguidos a base de ingenio. El de la Universidad de Málaga (UMA), por ejempo, lo sacó de un periódico, y el de la Escuela de Ingenieros, de una invitación a la feria. «Para conseguir la marca de agua usaba un llavero con el escudo de la Junta, al que aplicaba calor», comenta uno de los agentes que llevó el caso.
 
Según la investigación, el «pack» completo que ofertaba incluía el título falso y seis copias compulsadas para que pudieran entregarlas en las administraciones sin necesidad de hacer fotocopias –que supondría una pérdida de calidad– o volver a sellarlas en un organismo oficial, donde podrían darse cuenta de que no era auténtico.
 
El ingente volumen de trabajo para comprobar los datos –había que cruzarlos con Educación y con la Tesorería de la Seguridad Social–, identificar a los sospechosos y localizarlos dilataron las pesquisas durante los últimos seis años, en los que se ha ido produciendo un goteo de detenciones por toda la geografía española, aunque la mayoría se concentra en Málaga. La última se produjo en junio y, con ello, se da por cerrado el caso.
 
 
Fuente:

Según, UGT - CCOO "La seguridad privada en las prisiones será una fuente de problemas"

Los sindicatos UGT y CCOO, rechazan la medida, considera que los empleados no están tan cualificados como la Guardia Civil, y critica el afán privatizador del Gobierno "en todos los sectores"
 
Ante las declaraciones efectuadas por el delegado del Gobierno de Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano, en referencia a la inminente sustitución de la Guardia Civil por personal de seguridad privada  de “forma experimental”, el sindicato UGT ha mostrado su total rechazo a una medida que "incumple la legislación penitenciaria y que será fuente de numerosos problemas".

Así, aseguran que la medida mermará la seguridad de los establecimientos penitenciarios, al estar realizada por trabajadores de escasa cualificación, que "evidentemente no es la misma que poseen las Fuerzas y Cuerpo de Seguridad del Estado. "En caso de que hubiera que identificar o detener a alguna persona en el exterior del establecimiento penitenciario, habría que avisar en nuestro caso a la Guardia Civil que es lo que correspondería según la legislación penitenciaria vigente".
 
Estas medidas, que el Gobierno quiere presentar como de "tipo económico" no "ahorran ningún coste y solo benefician a empresas de seguridad que presumimos relacionadas con el gobierno actual y sin que sepamos que se haya realizado ningún tipo de concurso para su adjudicación dad el secretismo con que se ha llevado todo el proceso". 
 
Por tanto, el sindicato se ha preguntado "quién esta detrás de estas empresas y qué condiciones han cumplido para que se les otorgue dicha servicios de seguridad". "En definitiva otra vuelta de tuerca más por parte de este Gobierno, que tiene declarada la guerra a todo lo público y que solo busca la privatización de forma más o menos encubierta de todos los sectores y que posiblemente, al igual que en sanidad y educación, pueda ser el inicio de la privatización de las instituciones penitenciarias".  
 
 

viernes, 25 de julio de 2014

LA MAYOR TRAMA DE FALSIFICACIÓN DE TÍTULOS


Policías, guardias civiles, bomberos y vigilantes de seguridad, entre los clientes

Seis años de trabajo del Grupo II de Fraudes de la Comisaría de Málaga han culminado con el desmantelamiento de la mayor trama de falsificación de títulos académicos realizada hasta ahora en España, y cuyo balance es espectacular: más de 600 detenidos, cerca de mil imputados, unos 200 funcionarios expulsados tras constatarse que habían obtenido su plaza de forma fraudulenta y varios millones de euros de perjuicio para las administraciones. Una estafa faraónica cuyo epicentro fue una modesta academia de la avenida Héroe de Sostoa de la capital malagueña, y que se personifica en un falsificador que rebasa los 60 años a quien los investigadores sitúan en la cúspide de un entramado que se extiende por todo el país.
Los resultados de esta operación ponen de relieve una corrupción de bajo perfil enraizada en la sociedad. La mayoría de los detenidos e imputados son personas que pagaron por adquirir falsificaciones de licenciaturas, diplomaturas, Bachiller o FP con las que se presentaron a oposiciones de empleo público y procesos selectivos en la empresa privada. Aunque también está el caso de un capitán del Instituto Armado que lo quería para «presumir».
Un entrenador de fútbol
Entre los clientes hay muchos policías locales, guardias civiles, policías nacionales, bomberos, trabajadores sanitarios, abogados, economistas, militares, funcionarios de la Junta, vigilantes, directores de seguridad e incluso un entrenador de fútbol de un equipo ahora en Segunda división.
Las administraciones y Cuerpos de Seguridad han iniciado más de 200 expedientes de expulsión. Esta cifra es muy inferior al número de los casos realmente detectados, pero finalmente se ha decidido proponer el despido de aquellos en los que la titulación era un requisito imprescindible para obtener la plaza y en los que la misma computó de forma determinante en la puntuación del opositor.
También hay que tener en cuenta que muchos de los que adquirieron los diplomas iban a trabajar en el sector privado. Por ejemplo, unas 150 personas encausadas están relacionadas con la seguridad privada, siendo el ámbito profesional donde más fraude se ha detectado. Unas 25 son policías locales de la provincia malagueña.
La investigación comenzó en febrero de 2008 en Málaga después de que los agentes detectasen un aumento notable de falsificación de títulos oficiales, por lo que se puso en marcha la denominada operación Eladio.Las pesquisas llevaron a los agentes hasta la fuente de origen: un falsificador que entonces rondaba los 60 años y que supuestamente había tejido un entramado delictivo en torno a una academia de formación. El «cabecilla» de la red, identificado como Manuel C. F. y que ahora tiene 66 años, contaba con una serie de cómplices que se dedicaban a captar a clientes -opositores «desesperados» por acceder a las ofertas de empleo público- y que supuestamente percibían un porcentaje por cada uno de ellos.
Este individuo cobraba una media de unos 1.200 euros por título -dependía de la dificultad y el grado de importancia-, y era tal su pericia que personas de toda España acudían a Málaga para requerir sus servicios. Por ejemplo, en Santander fue arrestado a finales del pasado año un hombre que adquirió los diplomas de Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales, de Detective Privado y de Experto Universitario en Criminología. El arrestado declaró que había pagado unos 600 euros por cada uno. La clientela se reparte por Zaragoza, León, Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Segovia, Melilla, Granada y Ciudad Real, y las ganancias obtenidas por el falsificador se estiman en 1.200.000 euros.
Fuente: diario ABC